jueves, 16 de abril de 2009

CAPITULO 3 el milagro irlandes

DUBLIN, Irlanda – A mi llegada a Dublín, la capital de Irlanda, sentí como un aire familiar por el hecho de que siempre tuve la idea de que los irlandeses son los latinoamericanos de Europa del Norte, o por lo menos tiene muchas afinidades con los latinoamericanos.
Las grandes glorias de Irlanda, como las de América latina, se dieron en las artes, las letras y la equitación más que en las ciencias, la tecnología o el mundo empresarial.
Todas mis sospechas de la idiosincrasia de los irlandeses fueron ratificadas a poco de arribar a Dublín, cuando, con gran angustia, me di cuenta de que estaba llegando con retraso a mi primera cita, de las 4 de la tarde, al tener un retraso de 10 minutos pedí de inmediato disculpas al funcionario de relaciones publicas quien con una sonrisita cómplice me respondió: “no se preocupe. La cita es a las 4 de la tarde ‘I-r-i-s-h T-i-m-e’ (T-i-e-m-p-o I-r-l-a-n-d-e-s)”. En otras palabras no había gran drama, podía llegar unos minutos atrasado, sin problema, no había duda de que los irlandeses eran impuntuales, estaba en el lugar indicado para investigar como los irlandeses habían logado su milagro económico.

Doce años no es nada

Irlanda, hasta no hace mucho era unos de loa países mas pobres de Europa, se ha convertido en uno mas ricos del mundo, incluso se ha convertido en “el mejor país para vivir”. ¿Qué han hecho los irlandeses para pasar de ser un país agrícola emprobecido a una potencia tecnológica de punta, y triplicar su producto bruto percapita a unos 32 millones de dolares anuales en apenas 12 años? ¿Cómo han logrado enterrar siglos de agitación política, conflictos sociales y retraso económico, para llegara tener el cuarto ingreso per capita mas alto del mundo? Y lo que es más intrigante aun: ¿Cómo han logrado superar en desarrollo económico a sus propios vecinos británicos, que siempre los habrían mirado con cierto desprecio?
Hace relativamente poco tiempo, a fines de la década de los 80’, Irlanda era un desastre económico. El desempleo rondaba por el 18%, la inflación había llegado al 22%, y la deuda pública era estratosferica. El país sufría un estrangulamiento financiero por su deuda externa, y una emigración masiva parecida a la de muchos países latinoamericanos. Como muchos países latinoamericanos Irlanda era un país estancado, que vivía de las remesas de su creciente población de emigrados a los estados unidos.
Pero el país que encontré a mí llegada a Dublín quince años después no tenía nada que ver con la Irlanda casi tercermundista de pocos años antes. Ahora Irlanda tenía un promedio de ingresos per capita mayor al de Alemania y Gran Bretaña, y el segundo más alto en la Unión Europea.
El progreso se veía por doquier. A pesar de ser una de las capitales mas caras de Europa, y de que la economía había perdido parte de su ímpetu de los noventa por la secesión mundial y la creciente competencia de India y China. La Dublín que conocí era una ciudad pujante, llena de energía.

La receta del progreso

“¿Cómo se logro el milagro irlandés?”, le pregunte a cuanta persona pude entrevistar en Dublín. Según me explicaron funcionarios oficiales, empresarios y lideres obreros, fue una combinación de un “acuerdo social” entre empresarios y obreros de apostar a la apertura económica, la ayuda europea, la eliminación de obstáculos a la creación de nuevas empresas, la desregulación de la industria de telecomunicaciones y el hecho de que los sucesivos gobiernos del país hubieran mantenido el rumbo pese a los traspiés iniciales.
El gobierno decidió que la prioridad del país debía ser un acuerdo con los sindicatos obreros para que aceptaran menores aumentos de salarios a cambio de incrementos futuros, a medida que la economía volviera a crecer.
“Todo esto lo hicimos sin la ayuda del Fondo Monetario Internacional”, me dijo con orgullo Kieran donoghue, jefe de planeamiento de la agencia de inversiones y desarrollo de irlanda, una especia de Ministerio de Promoción Industrial del país,
En un principio el “Acuerdo Social “funciono a medias. La economía empezó a crecer, pero el crecimiento no se tradujo en más empleo ni en mejoras sociales.
Sin duda el ingreso de Irlanda a la Unión Europea en 1973 y la ayuda económica de la UE en lo años siguientes acelero el crecimiento económico. La apertura económica irlandesa había comenzado mucho antes del ingreso del país a la UE, cuando tras varias décadas de nacionalismo político y proteccionismo comercial, Irlanda había firmado el acuerdo de libre comercio anglo irlandés con Gran Bretaña en 1965.

Mas étnicos, menos sociólogos

¿Qué fue entonces lo que hizo progresar a Irlanda en tan poco tiempo? Además del “Acuerdo Social”, Irlanda elimino las trabas que obstaculizaban el establecimiento de empresas, convirtiendo al país en uno de los mas amigables para las inversiones extranjeras.
Otros factores clave de las políticas de Irlanda para atraer las inversiones extranjeras fueron al apoyo estatal a la investigación universitaria de productos con posibilidades comerciales, y los lazos tendidos por el gobierno a la diáspora irlandesa sobre todo en los Estados Unidos para atraer empresas al país.
“Desde la década del 70’ cuando entramos a la UE, hemos tenido una política de Estado deliberada en el sentido de destinar mas recursos a las escuelas de ingeniería y las ciencias”, me señalo Dan Flinter, el presidente de Enterprise Ireland, una especie de Ministerio de Planeamiento del gobierno irlandés.

“Obviamente, estábamos equivocados”

Los líderes sindicales irlandeses: ¿Habían participado voluntariamente en la apertura económica del país que había llevado a tantos cierres de empresas en una primera etapa? ¿O les habian torcido el brazo, ya fuera con un garrote o a billetazos? Al igual que los sindicatos latinoamericanos se habían opuesto tenazmente al libre comercio a comienzos de la década del 70’.
Dos décadas después, los trabajadores irlandeses habían dado un giro de 180grados, ya no eran un frente de batalla contra el capitalismo, sino un ente negociador para lograr mejores salarios para sus afiliados, que asomaba la cabeza cada tres años para negociar un nuevo “Acuerdo Social” con los empresarios y el gobierno.
La central sindical había enfocado su oposición al libre comercio en sus temores bien fundados de que la integración a la UE terminaría destruyendo muchas industrias irlandesas y dejaría a miles de trabajadores en la calle.
El parte aguas del movimiento sindical irlandés había tenido lugar a mediados de la década del setena, cuando la UE acordó exigir a todos sus países miembros que igualaran los salarios de las mujeres y los hombres. “A partir de entonces, hemos apoyado la integración comercial y hemos votado a favor de una mayor integración con Europa en cada uno de los referendums que se hicieron después”.

El ejemplo irlandés y América Latina

Los gobiernos latinoamericanos nostálgicos del proteccionismo y los empresarios monopólicos para quienes la globalización es una amenaza argumentan que no se puede usar el milagro irlandés como un ejemplo para la región, porque Irlanda se beneficio de varias circunstancias especiales.
Irlanda recibió más de 15 mil millones de dólares en fondos de ayuda de la UE en un momento crítico de su transición a una economía abierta. América latina, por ahora no puede contar con una generosidad similar de los Estados Unidos.
Camino al aeropuerto de Dublín para tomar mi vuelo de regreso no pude más que concluir que el “milagro celta” podría servir de ejemplo a varios países latinoamericanos, aunque más no fuera un modelo inspirador.
Por supuesto que hay diferencias entre Irlanda y los países de América latina, y son dignas de ser tenidas en cuenta. Si Irlanda, hasta hace poco un país agrícola pobre, conocido apenas por su afición a la cerveza, sus poetas y músicos, la impuntualidad de su gente, su falta de apego a las leyes y la violencia política, pudo convertirse en una potencia económica en solo doce años. No hay razones biológicas por las cuales los países de América latina no puedan copiar varias de sus recetas y convertirse en éxitos económicos parecidos.

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